Aún sabiendo quien sería el inconfundible ganador, trató de echar un pulso utópico e ingenuo al tiempo. Se sometió a duras dietas, practicó con ahínco arduos ejercicios de mantenimiento, en varias ocasiones recurrió al bisturí. Pasaron los años. Cuando llegó a viejo, sumiso y obediente se dio por vencido. Admitió la derrota. A partir de entonces engrandeció su vida con conceptos como experiencia y sabiduría. Y descubrió, que el tiempo, nos moldea inexorable con su arma más leal: la edad.
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