de luna
fúlgida
y sobre
un manto herbífero,
se
elevan flameantes
las
miríficas llamas ígneas
que dan
cobijo al aquelarre
de
impúberes corazones rotos.
Aishalaaaa,
aishaaaaa!
Hebras
de virgen doradas al sol,
cuernos
ebúrneos de sarrio pirenaico,
lágrimas límpidas de ojos nacarados,
gotas
purpúreas de sangre celeste,
plumas,
sapos, escamas,
huesos,
pétalos, culebras,
Aishalaaaa, aishalaaaa!
El
tronante humo emerge
elevando
el fulgor de las súplicas,
múltiples
voces desgargantadas,
rábidos
alaridos convulsos,
bailes
undívagos que quiebran el suelo
y
empapan pletóricos
a los
discípulos cuerpos desnudos.
Aishalaaaa,
aishalaaaa!
Que el
Dios de la nigromancia
atienda
nuestra vil plegaria,
que
medie, opífice, para hechizar
el
curso de lo atormentante,
la raíz
de la iracundia,
que
acepte bajo amenaza
el
conjuro de las almas dolientes.
Aishalaaaa, aishalaaaa!
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