Barnizo mi piel
con intenso almizcle negro,
remato mis dedos enjutos
con ribetes de fina hebra blanca,
rocío mis labios venéreos
con carmín de harina y miel,
aireo mi cabello, revelo mi escote,
ilumino mi mejor sonrisa…
Ornamento todo mi cuerpo
para que se torne templo digno
donde albergar tus miradas,
santuario aórtico que cobije
las sístoles y extrasístoles
que me lanzas,
un bello oratorio que haga de tu voz
una liturgia bendita.
Porque tus besos son sacrosantos
y tu pasión un criterio de culto,
y porque creo a fe ciega
en tu doctrina amante
me reconozco hábil discípula,
y abrillanto este carnal soporte
que atesora tus misterios
bajo firme suelo sagrado.
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