Visitas

jueves, 12 de marzo de 2015

LAS TORRES DE GIBRALFARO


Visitaba Málaga sola porque mi marido hacía un curso allí y aproveché el viaje y el hotel gratis. Tras desayunar unos churros, en la plaza del obispo y ver la maravillosa catedral, decidí visitar el castillo de gibralfaro que destaca con sus altas y bien conservadas torres antes de que apretara el calor de julio.
Elegí ascender por un sendero agreste que va pegado a la muralla y por el que sube poca gente puesto que hay acceso en coche por la carretera. A medio camino me crucé con una india, de la India que bajaba. En perfecto inglés me explicó que quería subir al castillo pero que algo le había asustado y quería saber si podía acompañarme. Acepté su compañía y seguimos caminando. Unos cientos de metros más arriba, nos encontramos con un hombre agachado, los pantalones en los tobillos en plena tarea de plantar su propia torre. 
Nosotras nos paramos, él se levanta, se sube someramente los pantalones y se pone de cara a la muralla dándonos la espalda… no nos quedó más remedio que pasar junto al hombre porque el sendero no daba más margen.
La india me preguntaba si eso era una costumbre española pero mi inglés no es tan bueno como para justificar semejante espectáculo. Visitamos el castillo juntas y al terminar decidimos tomar un refresco en un kiosco de helados que hay junto a la salida.
Menuda sorpresa cuando vimos al camarero… era nuestro “caganet”. Por supuesto nos dimos media vuelta y la cerveza la tomamos abajo.

Teresa Armida

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