El humo delata en el paisaje volcánico y naranja, la presencia de las lagunas
de aguas sulfurosas. Muchos islandeses pasan la tarde dejándose acariciar por
la calidez de estas aguas. Un grupo de hombres y mujeres que ronda los setenta forman
un círculo alegre, fundido en una charla que no cesa. El vapor que el agua
desprende desfigura los contornos de sus rostros, y les permite deslizar
algunos guiños; única manifestación visible de los juegos subacuáticos que
también animan la tarde.
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