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sábado, 28 de febrero de 2015

Nos vemos en la estación


Autora: Teresa Armida

Cada mañana, de lunes a viernes, coincidía con mi vecino, para ir a la estación de cercanías. Enrique tenía la edad de mi padre y un manifiesto problema con la bebida.

Me hacía la encontradiza con él para, disimuladamente, ayudarle a cerrar la puerta de su casa. Era tal el temblor de sus manos que era incapaz de meter la llave en la cerradura. “Trae que cada día ves menos” le decía y ambos echábamos a andar hasta la calle principal que nos llevaba a la estación.

A unos trescientos metros había un bar y él se paraba con la excusa de comprar tabaco, me pedía que yo siguiera caminando y unos minutos después me alcanzaba.

En el torno de entrada de la estación, él ya tenía el pulso firme como para meter el bono en la ranura, la dosis de aguardiente que le tenían preparada en el bar cada mañana era suficiente para mermar aquellos alcohólicos espasmos.

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