Comienza
otro día eficiente. Me gusta llegar esos minutos antes a la estación, robados a
mi tiempo organizado. Miro al reloj que se vuelve blando, moldeable, y a su
través cruza un tren que circula sin vías y hacia arriba; en el que viajo por
mares verdes y paisajes amarillos. Hasta que me despierta esa voz estridente: ¡Regent’s
Station!. Me coloco la gabardina y la aliso cuidadosamente. Con las arrugas se
va mi viaje y retomo el día eficiente.
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