Fueron nuestros últimos instantes. Tu respiración se agitó. Me pareció que sufrías.Ya no me hablabas. Ya no me mirabas. Acaricié tu cabeza y te besé compulsivamente. Entonces tu respiración se sosegó. Y apareció tu olor. El olor que emanaba de tu cabeza y que yo trataba de aspirar hasta agotarlo. Un dulce olor que evocaba el inmenso amor que me diste y al que - ¡pobre de mi!- nunca supe corresponder. Sabia que me dejabas. Sabía que nos estábamos despidiendo. Así, hasta que, unos momentos después, hubiste de dejarme y expiraste, querido padre.
Autor: Juan Francisco Alcántara Toscano
Autor: Juan Francisco Alcántara Toscano
No hay comentarios:
Publicar un comentario