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sábado, 1 de noviembre de 2014

ESE SUTIL INSTANTE



Ingrávidos suspiros colmaban la habitación, amortiguando el constante susurro de los repetitivos rezos. La trémula iluminación de las cuatro velas que rodeaban el féretro, dibujaba tonos amarillentos en las sombras de las mujeres resignadas. El olor a cera y a flores marchitas se mezclaba con los aromas de perfumes rancios. Los hombres desinhibidos narraban historias y anécdotas del difunto. Un gélido estremecimiento recorrió la estancia, cuando la levedad del alma abandonó el cuerpo y contempló la escena desde lo alto. 

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