¡Con mucho
gusto!, esta era sin duda la frase que más había escuchado de labios del nuevo
vecino, como respuesta a las típicas conversaciones en la escalera: ¿podría
ayudarme a bajar el carrito?, ¿le importa sujetarme la puerta para sacar la
basura? Siempre correcto y sonriente, y ¡con ese cuerpo! Los ojos se me salían
de las órbitas cuando una mañana le vi desaparecer, esposado, en el interior del
furgón policial
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