José era su
guía en la subida al volcán Pacaya, en La Antigua. Le impresionó su acento
melodioso y su risa fácil. También le impresionó la pistola que llevaba, por si
había algún asalto a los turistas en la subida; la vida vale poco en Guatemala.
El volcán estaba activo, rugía y lanzaba golpes controlados de fuego y lava, que
le recordaban las también frecuentes explosiones de José. Tarde o temprano el
Pacaya entraría entraría en erupción ya no controlada, igual que José. Decidió
no quedarse a comprobarlo.
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