Absorta tras los cristales de la pequeña cantina de la
estación, vió como partía y se alejaba el último tren del día.
Había decidido acudir a la llamada del hombre que le
prometía una vida de felicidad.
Metió en la maleta su pobre y escasa ropa y las ilusiones y
deseos de toda una vida.
Y así, haciendo balance de ésta, iba camino a la
estación,sintiendo como los latidos de su corazón parecían decirle: ¡quédate…quédate!....y
así fue.
Fali de los Santos